Medusas
Te mueves en un mar perplejo. Tus ojos desechan antiguas claridades en
las que un árbol era un árbol, y la ardiente sal, un motivo para ir por el
mundo.
Como los restos de un barco, te dejas abrazar por el oleaje. Tienes
piedad de ti, y de aquello que dejaste en la orilla.
Abiertas medusas te rodean. Es verdad que todo tiende sus redes hacia ti
en este instante. Quieres volver porque tienes miedo, pero ya es imposible. El
secreto debe ser devorado completamente. Vuelves, sin embargo, dentro de ti,
reconoces como cierto el rojo impulso que te lanzó al mar.
Respiras más allá de ti, más allá de nosotros. Haces que la carrera sea
más larga. Te sigo de cerca sin saber, sintiendo cómo los días se desintegran,
cómo el error va ganando altura y se arroja indiferente al vacío.
La piedra que sostuvo tus pies por un momento se hizo polvo antes de que
pudieras arrepentirte. Para entonces todo estuvo de acuerdo; la luz, la línea
exacta de la noche.
Cada vez más dócil al remolino, cada vez más dueña de la libertad de
perderte. ¿Qué harás para llamarte en medio del fragor si en el horizonte azul
se pierden también las palabras?
Deja que la corriente diluya entre nosotros este tiempo sin orillas.
Cotidiana
Un gesto amargo se desprende de mi boca, rueda por la calles,
desaparece.
En algún lugar, alguien cultiva espejos para borrarlo todo. Su oficio reverbera en cada sílaba de aire.
En algún lugar, alguien cultiva espejos para borrarlo todo. Su oficio reverbera en cada sílaba de aire.
Vivir es una extraña condición de la muerte. Yo la llevo conmigo, pero
no pesa en mi cuerpo su luna espectral.
En cada rostro reflejado un nombre se diluye. Ruego para que el mío
permanezca indescifrable.
Nota encontrada al margen de un poema de Anna Ajmátova
No tengo su nombre, pero también los pájaros vienen a morir a mi
ventana. No tengo su rostro, pero mi gesto huye en inmóvil despedida. Si en
lugar de quedarme decidiera ir al encuentro de lo que resplandece para su
propio regocijo, si lograra al fin saltar la cuerda, intentar los pasos que me
llevarían al centro de la fiesta. Pero qué lejos el mundo visto a través de mi
máscara de hueso. Con cuánta inocencia podría recuperarlo… Pero he aquí que
miro siempre en otra dirección, disperso el oído, casi muda, vistiendo los
trajes que no fueron hechos para mí, viejas herencias del hastío. A todos nos
reunirá el polvo –dices– sin embargo, mis pies se desvanecen antes de tiempo,
no alcanzan, no persiguen ninguna señal. Son el miedo a todos los lugares, a
los desniveles, a la tierra firme… Escucha lo que en este grito hay para ti
–dices– y no busques lo que has de ver en otros ojos.
La noche nos ha dejado completamente ciegas
Katábasis,Lucía Estrada.Tragaluz Editores,2018.
Katábasis,Lucía Estrada.Tragaluz Editores,2018.
(Medellín-Colombia, 1980). Poeta. Obtuvo la Beca de Creación en Poesía
del Municipio de Medellín (2008), fue nominada por la UNESCO al Premio
Internacional de Poesía “Ponts de Strugas” de Macedonia (2009) y obtuvo el
Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005) y el Premio Nacional de Poesía
Ciudad de Bogotá en 2009 y 2017. Ha publicado en poesía Fuegos
Nocturnos (1997), Noche Líquida (1999), Maiastra (2003), Las
Hijas del Espino (2006; 2008), El Ojo de Circe (2007), El
Círculo de la Memoria (2008), La noche en el espejo (2010), Cuaderno
del ángel (2012) y Katábasis
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