viernes, 21 de junio de 2019

EL LIBRO BLANCO DE LOS MUERTOS (ALVARO MIRANDA)



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Cada vez que voy a los cementerios
los muertos me abrazan.
Me dan un saludo cálido y el tiempo no se detiene.
Me dan un beso en la mejilla
y el tiempo no se detiene.
La ropa blanca que se seca en el borde de todo laberinto,
no se detiene.
Un filo de cuchillo sobre el pensamiento no se detiene.

Una pisada en medio de los crisantemos no se detiene.
Sólo tiene vida el abrazo que nos dan los muertos.
El abrazo cálido de los muertos nunca se detiene.
Disparé –Señor Juez– al que le gusta detener a los muertos
 en su viaje.


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Un muerto no debe ser fotografiado.
Un muerto no debe perfumarse con esencia de
cedro porque el ataúd cerrará su boca. El rostro de la
muerte no sabe del tiempo.
Hay que tener cuidado.
Hay tanto cuervo en el cielo a la espera de los olores
corporales.




                      EL  LIBRO BLANCO DE LOS MUERTOS,ALVARO MIRANDA. UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA, 2017









martes, 18 de junio de 2019

NOMBRAR EL DÍA (JORGE ELIÉCER ORDÓÑEZ MUÑOZ)




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DE LEOPOLD BLOOM A ULISES

Estos tiempos, navegante, no están hechos
                                                               para la gloria,
los dioses no toman partido por los hombres
y las pocas doncellas que florecen
están más preocupadas en asuntos triviales
que en favorecer a los héroes novelescos.

Las calles de Dublín exhalan un rancio
                                                     vapor de  religiones,
aquí se van a las manos, a los cuchillos,
                                                  católicos y protestantes.
Mueren piadosamente, en nombre del mismo Dios
que tanto aman y defienden.
Entretanto, yo leo los inútiles chismes de provincia
sentado en el sanitario glacial de porcelana,
y pienso qué cara poner en el entierro,
o qué vestido lucir y que palabras expresar
                                                              a los deudos.
Doy vueltas a la patata, vieja y arrugada,
                                               que cargo en mi bolsillo
acaso como un tic, tal vez como una leve
y silenciosa rebeldía por los cuernos 
que me aplica Molly Bloom, con religiosa constancia
                                                           casi con cariño.
Mi vida es simple como un gancho de ropa,
mi única batalla es soportarme todo el día,
mirar en el espejo este rostro sin mayor atributo,
afeitarme, ponerme el traje, como quien viste
el esqueleto de un espantapájaros.
Mi trabajo es pensar cómo poner la mente en cero,
no tengo, como tú, una isla lejana, ni un perro fiel,
menos una princesa ambigua tejiendo y destejiendo
                                                   el tiempo sin oficio.

Por eso, aunque no lo creas,
mi lucha cotidiana es tan heroica como la tuya:
mi destino consiste en no tener destino,
sólo en pasar por el ojo del día
como un camello ciego hacia la nada.

                             
NOMBRAR EL DÍA

Las palabras de todos los días están gastadas,
dando tumbos entre el espíritu y la hojarasca,
viajan como hojas barridas por el viento,
chocan, gimen, se entreveran
en las calles recién lavadas por la lluvia.

El cazador quiere atraparlas,
huyen del desamor a otras fronteras.

Palabras sucias, en el diario comercio de los hombres,
agonizan de sed, en la lengua de estropajo,
se atragantan en el pecho del suicida.
A veces brillan o se oscurecen
en la penumbra de los desterrados.
Con el miedo acezante
los guerreros comparten su pan en la trinchera,
las otras sombras, que también se saben efímeras,
se silencian, de cara a la emboscada.

Nombrar el día, mientras la lluvia sin sosiego
sigue hilvanando su oscuro monólogo.

                                        Jorge Eliecer Ordoñez Muñoz: Nombrar el día. Gamar Editores,2018



JORGE ELIÉCER ORDÓÑEZ MUÑOZ. Cali, Colombia, 1951. Licenciado en Filología e Idiomas, UPTC, Tunja. Estudios de Lingüística en la Universidad del Valle. Magíster en Literatura Hispanoamericana. Instituto Caro y Cuervo, Bogotá. Profesor de Literatura y Artes del Lenguaje en la UPTC, de Tunja. Uno de los fundadores del grupo Si Mañana Despierto. Ha publicado los libros de poesía: Ciudad Menguante (1991); Vuelta de Campana (Premio Instituto de Cultura y Bellas Artes de Boyacá, 1994); Brújula Insomne (1997); Farallones (2000); El Puente de la Luna (2004); Desde el Umbral, poesía colombiana en transición, Tomos I y II, antología y estudio introductorio, 2005 y 2009; Exiliados del Arca (2009), Palabras Migratorias (2010), La Casa Amarilla (2011), Manuscrito de Sísifo (V Premio Nacional de Poesía UIS 2014), Cuerpos sobre campos de trigo (XV Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2014), La tarde no cae (Obra reunida 2008-2014, Finalista en el Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura 2015)






domingo, 16 de junio de 2019

MONTUNO (HERNÁN VARGASCARREÑO)

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MARÍA LUCÍA
La María Lucía ya deja asomar las ganas de un hombre. Ya no nos mira a los ojos porque nos sabe sus hermanos. Pero nos atisba el torso desnudo y sudado cuando rajamos y cargamos leña, se alela por momentos en nuestras grandes manos callosas, y hasta la he visto oliendo mi sombrero mientras descincha mi bestia. La María Lucía pasa ahora como una sombra entre nosotros, que somos oscuro zumo y sombrío semen de estas montañas. María Lucía precisa su luz bien lejos, al otro lado de las cordilleras, donde hay valles y sol, y los hombres pueden ser alegres como sus perros.

FILOS
 Es la hora en que las montañas ocultan sus filos tras las neblinas, esos vahos de los dioses que no abandonan a sus hijos relamidos por el monte y aromados por sus almizcles de sombra. Y no sabemos qué nos causa más temor, si el eco de los gritos de los pájaros que no se ven, si los filos transfigurando sus siluetas, si las neblinas engullendo tenebrosamente el mundo o las sombras todas del universo, suaves serpientes que se deslizan en silencio y anidan pecho adentro.

 HOMBRES DE SOMBRA
Es la hora en que por estos montes de dios van sus hombres de sombra vadeando al oscuro a iniciar su jornada. En los abajos de nadie a la luz se la traga el cañón rocoso esculpido por la quebrada silenciosa, esa que causa tanto temor.
Siempre sombras para estas montañas. Su única luz, la sonrisa de las muchachas mientras ordeñan las vacas o despulpan el café. El niño que las observa para aprender esos oficios, hace tiempo también es sombra.
  
                             Montuno, Hernán Vargascarreño. Ediciones Exilio,2016.


Hernán Vargas Carreño
Zapatoca, Colombia, 1960. Libros publicados: País Íntimo (2003); Piedra a piedra (2010); Tempus (2014); antología El viaje (2014); y Montuno (2016). Ha recibido, entre otros, los siguientes reconocimientos: Premio Nacional de Poesía Antonio Llanos (Cali, 2000), Premio Nacional de Poesía sin banderas, de la Casa de Poesía Silva (Bogotá, 2003); Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango (2010).